PASADO PRESENTE Y FUTURO:Pensamientos para superar el miedo al futuro

PASADO PRESENTE Y FUTURO



Pensamientos para superar el miedo al futuro




"Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo", dice un sabio proverbio árabe. Y es que sólo en la conciencia del presente hallamos el sentido de dirección necesario para saber qué hacer y a dónde dirigirnos en cada una de las etapas de la vida. En el presente sabemos cuándo se comienza y se cierra un ciclo. Porque fuera de este instante en que vives –único, irrepetible, aunque eterno- nada más en la vida hay.


En la mitología romana, el primer mes del año estaba consagrado al dios Jano. Esta deidad tenía dos rostros mirando en sentidos opuestos: uno, hacia el pasado y el otro hacia el futuro. Se le consideraba el dios de los cambios y las transiciones, de las puertas y los umbrales.


En español, el nombre de Jano está ligeramente escondido: nos viene del vocablo galaico-portugués Janeiro, que luego derivó en Janero y, finalmente, quedó en nuestro conocido Enero. Como dios de los comienzos, su protección era invocada cada vez que se iniciaba un proyecto, se empezaba una empresa, nacía un bebé o se contraía matrimonio.


Un poco como el dios Jano, nosotros también tenemos dos caras: una mirando titubeante a las frustraciones del pasado, y otra observando con temor las incertidumbres del futuro. Esta doble visión –dividida entre los recuerdos de lo que sucedió pero no nos satisfizo y de los espejismos de lo que seguimos anhelando- alejan nuestros ojos del único tiempo que realmente existe: el tiempo presente.


Cada momento es único y contiene infinitas posibilidades"Cada momento es único" ha dicho el poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfang von Goethe.


Y es que sólo en el tiempo presente se encuentran todas las posibilidades de desarrollar –de manera plena- nuestro potencial afectivo, emocional, intelectual, físico y espiritual. Muchas veces, posponemos decisiones cotidianas o trascendentales, a la espera de un "tiempo mejor" que jamás llega. Con demasiada frecuencia, nos sentamos de brazos cruzados a la expectativa de que sucedan algunos cambios. Abramos nuestros brazos -los del cuerpo y la conciencia- a ese tiempo presente, el único en el que podemos materializar las infinitas posibilidades que nos ofrece el Universo aquí y ahora.



Sólo hay una forma de hacernos presentes en cada instante de nuestra vida y así vislumbrar cada aspecto de nuestra realidad interna y externa, esa realidad preñada de sentimientos, intuiciones, deseos, esperanzas y temores: desarrollar la conciencia. Sólo desde la conciencia podemos saber qué decidir y qué hacer en cada momento perfecto, dotados de una poderosa sensación de plenitud y certidumbre, ajena a toda duda.



Conciencia es la certeza de saber que estamos inmersos en una realidad que trasciende las limitaciones de nuestra mente y cuerpo.


Algunos le llaman Dios; otros, utilizan términos más filosóficos como el Ser o el Uno; hay quienes prefieren denominaciones prestadas de la ciencia como Universo o Energía. Lo cierto es que este poder superior nos conecta de inmediato con aquello que nos llena de dicha y de paz, pero sólo en la medida en que estemos conscientes de Él.



Lo opuesto a la paz: el miedo al futuro


La experiencia de vivir en calma y paz es, pues, un irrebatible indicio de vivir en el tiempo presente. Sus opuestos –vale decir, sentimientos como la desdicha, el hastío y la tristeza- son en cambio expresiones contundentes de que nos hemos perdido en los oscuros vericuetos de lo que podríamos denominar el tiempo psicológico.



Llamamos tiempo psicológico al almacenamiento de condicionamientos del pasado en nuestra psique: apilamos –en el polvoriento desván de nuestro inconsciente- recuerdos de angustias, miedos, traumas y cicatrices emocionales que luego se convierten en los anteojos con los que pretendemos contemplar el distorsionado paisaje de nuestra realidad.

Este miedo al futuro es, sin duda alguna, una de las máximas expresiones de la parálisis psicológica que a veces padecemos los seres humanos. El miedo es una creencia que anticipa el desenlace negativo de una situación determinada. Nuestra mente se descarrila del tiempo presente para extraviarse, a través de desvaríos e ilusiones, en eventos que aún no han ocurrido y cuya inminente fatalidad presumimos. Cuando obramos así, dejamos de estar sincronizados con el Universo, perdemos todo sentido de certidumbre y navegamos a la deriva –inconscientes- en un mundo de caóticas ensoñaciones.



Sólo el presente es tuyo



El miedo al futuro restringe severamente nuestro crecimiento personal y el disfrute de la existencia, ya que de esa sensación de fatalidad nace otra funesta creencia: la de sentirnos desconectados, separados del Ser Superior. En este estado de orfandad psicológica y espiritual, nuestra fe se pierde en la falta de propósito con la que transcurren nuestros días.


Parece obvio decirlo, pero no podemos abordar ningún otro tiempo que no sea el presente. Es literalmente imposible afrontar algo que no es más que una proyección mental, es decir, el futuro. No obstante, solemos tener la creencia de que nunca estaremos a la altura de las circunstancias, de que no sabremos cómo actuar y de que no tendremos la necesaria capacidad de razonar para encarar las situaciones de la vida. Ante esta creencia tan arraigada en nuestra psique, optamos por pre-ocuparnos, vale decir, "ocuparnos" por anticipado… ¡en lugar de ocuparnos desde el presente!



"Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo", dice un sabio proverbio árabe. Y es que sólo en la conciencia del presente hallamos el sentido de dirección necesario para saber qué hacer y a dónde dirigirnos en cada una de las etapas de la vida. En el presente sabemos cuándo se comienza y se cierra un ciclo.



Desde la totalidad del presente actuamos sin esas limitaciones mentales ligadas de manera estrecha a nuestros temores emocionales, afectivos y espirituales. Conocemos con exactitud el momento en el cual debemos abandonar un trabajo que ya no nos satisface, finalizar una relación de pareja que no nos conviene o emprender una nueva empresa.


"El tiempo es muy lento para los que esperan... muy rápido para los que tienen miedo... muy largo para los que se lamentan... muy corto para los que festejan. Pero... para los que aman... el tiempo es eternidad", escribió el dramaturgo ingles William Shakespeare.


Para no vivir como Jano, demediado entre dos intervalos de tiempo que no existen, pidamos al Ser Superior que nos guíe a dar el paso idóneo en cada instante de la existencia.



Porque fuera de este instante en que vives –único, irrepetible, aunque eterno- nada más en la vida hay.